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DESPUES: RECUPERAR Y REFLEXIONAR

Finalizamos este análisis de las competiciones con este texto del psicólogo deportivo José Maria Buceta, en el cual nos habla de las diferentes etapas de la competencia. Esperamos lo vayan relacionando con nuestra realidad y nos comprometamos de verdad con el cambio

Después: Recuperar y reflexionar

Los avatares de la competición estimulan emociones intensas que, cuando la competición termina, desaparecen o se acentúan en función del resultado final y las sensaciones que quedan. Por ejemplo: el nerviosismo desaparece con la victoria final; o el enfado se acentúa cuando el desenlace no ha sido el esperado. Ganar o perder, mejorar o empeorar un tiempo, jugar bien o mal…se unen a la satisfacción o el malestar por cosas que hayan sucedido en el transcurso de la competición, y todo eso influye en las emociones de los deportistas, los entrenadores y los padres. El niño que fallo la canasta final y desde entonces no ha levantado cabeza, ahora se encuentra hundido tras la derrota del equipo, y al llegar al carro de sus padres no para de llorar: El entrenador que se desespero gritando por que los chicos no seguían sus instrucciones, y además vio algunas malas caras, tras perder el partido tiene mucho enojo y hecha broncas a los chicos. El jugador que sufrió mucho para cerrar el partido, pero al final gano, ha cambiado el nerviosismo por la euforia. Los padres que la pasaron muy mal por que su hijo cometió errores y fue sustituido, ha pesar de que el equipo ha ganado, están disgustados y quieren pedir explicaciones al entrenador.

Estos ejemplos muestran como las emociones son muy intensas cuando la competición termina, por lo que, en primer lugar, se trata de un momento “caliente” en el que se deben evitar acciones de las que, probablemente más tarde, habrá que arrepentirse. Por ejemplo: se recomienda a los entrenadores que inmediatamente después de los partidos no hablen con los deportistas para analizar lo sucedido. No es el momento apropiado, ya que al estar las emociones al rojo vivo, el técnico puede decir cosas inconvenientes. Pensemos en el entrenador de uno de esos ejemplos. El entrenador reúne a su equipo y muy enojado descarga su ira gritando a los chicos, minimizándolos, quizás insultándolos y castigándolos, y muy probablemente, sin decir nada concreto y constructivo. Una bronca abusiva que no ayuda a nada, pero que le puede ocasionar perder credibilidad y desgastar su relación con los deportistas. Pensemos ahora en otro entrenador que, al contrario que este, esta eufórico. El equipo ha ganado por un punto en la ultima jugada y la tensión acumulada durante todo el partido ha dado paso a una euforia desmedida e incontrolada. Reúne a su equipo, abraza a todos los jugadores como nunca antes lo había hecho, los alaba exageradamente y habla de objetivos muy ambiciosos sin valorar su viabilidad. Además, pasa por alto la expulsión de uno de los chicos por haber insultado al árbitro, y hasta le ríe la gracia. Por si fuera poco, promete cosas y trata a los chicos como si fueran colegas. El solo se ata las manos. Sin darse cuenta, crea expectativas que después no se podrán cumplir, y eso resta su credibilidad. Además, el mensaje que transmite a sus jugadores jóvenes es tremendo: ganar es lo mas importante, si se gana, todo lo demás se justifica o no cuenta.

En ausencia de emociones extremas, tampoco es recomendable analizar lo ocurrido justo después de las competiciones. Pueden ser los deportistas quienes estén calientes y se tomen a mal los comentarios del entrenador, se pongan a la defensiva y no estén receptivos. Y, en cualquier caso, el desgaste mental de la competición dificulta la reflexión objetiva sobre lo sucedido. Los chicos no pueden asimilar mucha información, y menos aun reflexionar. No es el momento. Lo que procede es felicitar a los muchachos por el esfuerzo y, en todo caso, acentuar algo positivo, aplazando el análisis mas detallado para otro día. Los padres también deben considerar esto. No es la ocasión para hablar en caliente con el entrenador; ni tampoco para analizar la competición con el hijo durante el regreso a la casa, salvo que sea el chico quien toque el tema. En este caso, es recomendable escuchar al muchacho para que descargue sus emociones y quizás reconfortarlo con algún comentario que demuestre empatía o le centre en otras cosas.

Cuando la competición acaba, lo importante es que los chicos vuelvan a la calma; pero hay que comprender que se trata de un proceso que a veces es más rápido y otras lleva mas tiempo. A la mayoría de los mas pequeños, lo mas probable es que el impacto de lo sucedido se les pase pronto: que no tarden en cerrar la experiencia vivida y centrarse en otras cosas. Pero conforme van siendo mayores, a bastantes chicos les afecta mucho lo que sucede en la competición, y terminada esta, le dan vueltas y mas vueltas. Hay que darles su tiempo. Cuando adquieren un compromiso mayor, y sobre todo si destacan, es lógico que las competiciones les impacten; y en una dosis razonable, hasta es positivo, ya que significa que valoran lo que están haciendo, que no les da lo mismo. Ahora bien, hay que estar muy alerta y atender adecuadamente a los chicos que sufren y se lamentan en exceso por sus errores y los malos resultados, se preocupan por las consecuencias de su bajo rendimiento o se sienten incompetentes y culpables.

Lo interesante en estas edades es que los deportistas aprendan de su experiencia en las competiciones, que no se queden únicamente con la emoción positiva de haber ganado o jugado bien, o la negativa de haber perdido o jugado mal. Además, la experiencia debe aprovecharse para fortalecer su autoconfianza y su motivación. Una sencilla reflexión sobre lo que han hecho bien y pueden volver a repetir, favorecerá que confíen mas en los recursos que tienen y, al sentirse competentes, se motiven mas por la practica deportiva. Este efecto positivo también puede producirse cuando analizan lo que se ha hecho mal y perciben que disponen de recursos, o pueden adquirirlos, para mejorar su rendimiento en competiciones futuras.

El análisis post-competicion es una tarea que corresponde a los profesionales del deporte. Un error de muchos padres consiste en pretender analizar lo sucedido junto a su hijo. Algunos graban los partidos y después los ven en casa; otros comentan lo ocurrido según lo han percibido ellos. Por supuesto, señalan los que consideran errores cometidos por el muchacho y le dan los correspondientes consejos. En general, los chicos suelen rechazar esta práctica. Algunos lo toleran por que no tienen mas remedio: sus padres insisten y no saben o no pueden decirles que no. Pero eso no quiere decir que les guste. Es lógico. Para un niño o adolescente verse cometer errores o hablar de ello es algo desagradable y amenazante; y mas aun compartirlo con sus padres, ya que se puede acentuar el sentimiento de estar decepcionándolos. Muchos chicos que sufren estas sesiones de video, están encantados cuando por algún motivo no se celebran. Hay excepciones. A veces, incluso, son los propios chicos quienes piden a sus padres ver el partido grabado. No obstante, en estos casos es recomendable que los padres hagan pocos comentarios y no entren en cuestiones técnicas ni minimicen al muchacho. Es el papel de los entrenadores analizar lo ocurrido y orientar a los chicos para que mejoren y el de los padres, apoyar a sus hijos sin entrar a valorar como han rendido. Un papel muy importante

(Fragmento del libro “Mi hijo es el mejor, y además es mi hijo”, dirigido a padres de deportistas jóvenes y recomendado a entrenadores, directivos, psicólogos y quienes tienen responsabilidades en el deporte de base y escrito por el Psicólogo Juan Maria Buceta)

Juliana Yépez Castrillón

Directora General

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