COMPETIR PARA APRENDER “Si tomas un mal camino, no esperes un buen destino”
Entrenando a los padres
En el deporte de base con niños y adolescentes, algunos de los conceptos expuestos que rigen la actividad de los deportistas de elite son pertinentes, si bien deben adaptarse a los objetivos y circunstancias de cada contexto en particular. Otros, sobre todo en las edades más tempranas, resultan inapropiados y deberán descartarse como guía. Una vez más, se debe recordar que el deporte infantil y juvenil no es el deporte de elite en pequeño, si no un mundo diferente cuyas características en ocasiones coinciden, otras veces se parecen y en bastantes casos difieren. Comprender su singularidad es fundamental para los entrenadores y los padres.
En primer lugar, en cada caso concreto es importante plantearse cuál es el papel de las competiciones; y en función de la respuesta, actuar en consecuencia. En general, la diferencia con el deporte de elite es que aquí la competición, al menos la gran mayoría de las competiciones debería ser un medio y no un fin; es decir, una actividad más del proceso formativo, deportivo y humano, de los deportistas. Por tanto, no se trata de organizar el entrenamiento de manera que los deportistas lleguen en sus mejores condiciones para rendir al máximo en cada partido, sino de asumir la competición como una parte más de un gran programa de entrenamiento. Por ejemplo: durante la semana se trabaja la técnica del bloqueo, y en el partido del fin de semana se establece como objetivo poner en práctica dicha técnica. No se trata de utilizar los bloqueos por que sean la mejor estrategia para ganar ese partido (como sucedería en un equipo de elite), si no de utilizar el partido para consolidar el aprendizaje de los bloqueos
¿Comparten este planteamiento los entrenadores y directores deportivos del deporte de base? En teoría, la mayoría, sí. En la práctica muchos se olvidan y reproducen el modelo del deporte de elite para tener más posibilidades de ganar. Mientras escribo este artículo leo las críticas de un conocido entrenador de baloncesto sobre lo que ha visto en un torneo de categoría junior (15-16 años) en España y que se juega por la época de navidad, en el que quizás se podría comprender mejor la excepción de priorizar ganar. Sin embargo, apunta este entrenador que “los equipos imitan a los equipos profesionales cuyo objetivo es ganar: juego controlado para no perder balones, posesiones largas para ir a tanteos bajos, evitación de acciones que conllevan riesgo, faltas personales para impedir que el contrario corra el contraataque, defensa de zonas pensando en las limitaciones del rival…” Es decir, un estilo de juego que no favorece la velocidad, la creatividad, la toma de decisiones audaces y el desarrollo de habilidades relevantes para poder crecer. En definitiva, una forma de jugar que quizá beneficie el rendimiento a muy corto plazo (aunque también esto es discutible, porque, jugando de otra manera, seguramente en poco tiempo, rendirán mucho mejor), pero que limita las posibilidades de crecimiento de los jugadores. Para entrenadores como estos ganar es lo más importante incluso en un torneo menor, y supeditan a este objetivo lo que más conviene a unos muchachos en edad de formación. Imagino a estos equipos entrenando en las semanas previas a este torneo. Muy probablemente, habrán dedicado bastante tiempo a estudiar a los rivales preparando la estrategia para minimizar sus fortalezas y aprovechar sus debilidades. Un tiempo muy valioso malgastado en un objetivo que no debería ser prioritario. ¿Qué hacer el director deportivo que observa esto? ¿Está de acuerdo? ¿Y los padres de esos jugadores?
Cuando se trata de deportistas adolescentes que destacan, ya a partir de la categoría cadete y sobre todo en juvenil o junior, parece razonable que se combinen los objetivos de mejora individual con el de ganar, ya que, por ejemplo, preparar un partido para ganar también debe formar parte de la experiencia formativa de un deportista con posibilidades de llegar a la elite. Pero eso no justifica que se plantee la actividad de estos muchachos, todo o casi todo el tiempo, como si fueran deportistas de elite en pequeño. Precisamente por cometer este error, muchos deportistas promesa, a pesar de estar cerca, no llegan.
En las edades más tempranas, la cuestión es todavía mas clara. Salvo excepciones, cuanto más se utilizan las competiciones como fin en lugar de medio, mas se limitan las posibilidades futuras de los deportistas. Es lógico.
El entrenamiento cercano a las competiciones en las que el objetivo es ganar debe concentrarse en potenciar las fortalezas de los deportistas, resulta obvio que habrá menos tiempo para desarrollar y perfeccionar recursos que ahora no son importantes, pero que resultaran determinantes más adelante. Además, al acentuarse la trascendencia de la competición como fin, los propios deportistas, con el beneplácito de sus entrenadores, se acomodan a utilizar sus mejores habilidades presentes, en las que confían y rechazan el aprendizaje y uso de habilidades que les obligan a salir de su zona de confort, en las que confían menos. Asimismo, el éxito/fracaso en la competición adquiere una dimensión desproporcionada, con los riesgos que eso supone.
¿Qué sentido tiene, entonces, programar la temporada de unos deportistas de 10 o 11 años para que ganen en sus competiciones, por mucho que estas sean el campeonato local, departamental o nacional? Muchas veces, más que el beneficio del propio deportista, lo que predomina en esta decisión es el ego del entrenador, el club o los padres. Les importa el corto plazo. Lo que pase después, no tanto. De boca quizá digan lo contrario, pero los hechos así lo demuestran. Los deportistas son usados para satisfacer las aspiraciones de los adultos que los dirigen. No se piensa en ellos como los protagonistas de la actividad, si no como piezas de ajedrez que se mueven en un tablero. Los entrenadores y clubes que anteponen sus propios intereses a los de los chicos, carecen de la responsabilidad que conlleva entrenar o dirigir a deportistas jóvenes. Les da igual. Si uno no vale, cogemos a otro. Si uno no soporta lo que se le exige, es que es blandito y no sirve. Si uno se retira, se le remplaza. Si uno no alcanza las metas futuras que en función de su talento podría, es su problema. Si el deporte deja de ser una actividad divertida y motivante, y se convierte en una carga pesada, es que esto no es lo suyo. ¿y los padres? ¿No deberían tener una visión más a largo plazo? El entrenador y el directivo coinciden con los chicos durante un tiempo limitado, pero los padres son los mismos siempre. Parece razonable que los padres asuman la responsabilidad de velar por que sus hijos estén en el lugar adecuado y se aseguren de que cuando todavía son pequeños, participen en programas deportivos en los que la competencia se considere un medio y no un fin. ¿O deben quedarse al margen?
(Fragmento del libro “Mi hijo es el mejor, y además es mi hijo”, dirigido a padres de deportistas jóvenes y recomendado a entrenadores, directivos, psicólogos y quienes tienen responsabilidades en el deporte de base y escrito por el Psicólogo Juan María Buceta)
Pedro Vásquez
Director Deportivo
Club Promesas de Antioquia.
Bendiciones maestro un Gran aporte a nuestro insipiente basket saludos
Muchas gracias por tus palabras y tus bendiciones. Nos llena de alegría saber que nuestro aporte es valorado.
Saludos cordiales,
Excelente artículo. Gracias por compartir tus ideas. Bendiciones
Muchas gracias por tus amables palabras y tus bendiciones. Nos alegra saber que has disfrutado del artículo.
Que importante e interesante entender este tema para nuestros hijos, a veces las mayores frustraciones les queda por las personas q más los quieren , porq solo les exigen y no les permiten disfrutar. La disciplina y el apoyo no es lo mismo q exigir y pretender solo ganar 💙
Gracias por tu valioso comentario. En Club Promesas de Antioquia, entendemos la importancia de balancear la disciplina con el disfrute del deporte. Creemos que apoyar a nuestros jóvenes deportistas y permitirles disfrutar del juego es esencial para su desarrollo integral, más allá de las victorias.
Agradecemos tu confianza y tu perspectiva.