¿GANAR O SUPERARME?
Motivarse por las acciones y logros personales, sin compararse con los demás
A menudo, en los entornos competitivos, la motivación se nutre de desafíos y
resultados en competencia con otras personas, bien sean adversarios o
compañeros. Es el caso de los deportistas jóvenes. Compararse con los demás
tiene una gran trascendencia en la infancia y la adolescencia, por lo que medirse
en el deporte de competición y ser mejor que los otros, alimenta la motivación de
muchos jóvenes por la actividad deportiva. Esta tendencia natural, presente en
bastantes casos, puede ser un buen motor para que los muchachos se esfuercen
por lograr los mejores resultados, y propiciar emociones intensas muy dispares
según se consiga, o no, el objetivo de ganar a los rivales: mucha satisfacción y
euforia en la victoria; gran frustración y desánimo en la derrota.
En consonancia, es frecuente que los que ganan o muestran su superioridad con
asiduidad, sean los que siguen motivados por hacer deporte, mientras que
aquellos otros que suelen perder se desaniman y abandonan. Los buenos
resultados frente a otros motivan mucho; pero la falta de esos resultados puede
propiciar una enorme frustración y una peligrosa percepción de fracaso e
indefensión, siendo muy probables la ausencia de satisfacción, el estrés
perjudicial, las lesiones, el dopaje, el abandono y hasta los trastornos
psicopatológicos como la depresión. Cuando las cosas van bien, o para superar
un tropezón (siempre que se disponga de los recursos y la confianza necesarios),
este tipo de motivación puede ser positiva, pero conlleva un alto riesgo cuando no
se gana con frecuencia, o se deja de ganar, y el deportista no sabe qué hacer para
cambiar ese signo. Por tanto, la motivación que se apoya en la comparación con
otros es una motivación de riesgo que hace muy vulnerables a los jóvenes
deportistas (también a los adultos que deben competir en cualquier campo).
Ahora bien, teniendo en cuenta que la motivación por superar a los demás es
esencial en el deporte de competición, y que la tendencia natural es esa, el
problema no está en que esta motivación exista, sino en que superar a otros sea
el único indicador de progreso y la única fuente que alimente la motivación. ¿Qué
hacer entonces? Compensar esta tendencia. ¿Cómo? Desarrollando
paralelamente una motivación por los desafíos y los resultados respecto a uno
mismo. Esta motivación no depende de ganar a otros, sino de la superación
personal: la mejora y los logros que dependen de uno. En un equipo, se puede
desarrollar tanto a nivel colectivo como individual: los retos del equipo como
conjunto respecto a sí mismo; y también respecto a sí mismos, los desafíos
personales de cada jugador.
Para potenciar esta motivación y propiciar, así, una motivación compensada,
resulta apropiado establecer objetivos de mejora con independencia de los
resultados frente a otros, evaluar directamente esos objetivos y reconocer los
logros que respecto a tales objetivos se consigan. El deportista debe percibir que
el entrenador y sus padres valoran sus progresos por sí mismos, con
independencia de los resultados frente a otros. Con este propósito, los adultos
deben acentuar objetivos centrados en la realización de acciones concretas
y resultados como, por ejemplo, el tiempo en una prueba respecto a otra anterior.
De esta manera, la tendencia de los muchachos a autoevaluarse por los
resultados frente a otros deportistas, quedará compensada por la autoevaluación a
través de indicadores que dependan más de su actuación, potenciándose la
percepción de control, la autoconfianza y una motivación más equilibrada.
Fomentar la motivación compensada es muy relevante con chicos que son muy
competitivos, y especialmente trascendente con los que obtienen éxitos
tempranos; es decir, los que suelen ganar o ser mejores que sus compañeros
cuando son pequeños. Si su motivación se alimenta fundamentalmente de estos
éxitos, serán muy vulnerables cuando, más adelante, estos no sean tan
frecuentes; algo bastante probable en la mayoría de los casos. Son los mejores y
lo ganan casi todo hasta que surgen otros que los superan, y a partir de entonces,
tras crisis emocionales, lesiones y una gran pérdida de motivación, abandonan; a
veces muy frustrados y minimizados como personas.
Para los padres, esta información puede resultar muy útil. En lugar de destacar
ante sus hijos que hayan ganado o perdido un partido, el puesto en que hayan
quedado, si han metido más goles que los demás y otras cuestiones que acentúen
los resultados respecto a otros chicos, es más apropiado que se centren en el
rendimiento del chico respecto a sí mismo; y sobre todo, en las acciones más que
en los resultados: es decir, más en lo que hacen que en lo que consiguen. Una
buena actuación de los padres en este sentido puede influir favorablemente en la
evolución deportiva y humana de los chicos, ya que, salvo en casos
excepcionales, la motivación compensada es fundamental para que permanezcan
en el deporte y, en la medida de sus posibilidades, avancen y se beneficien de
este.
Para que los padres puedan desempeñar con acierto esta función, es importante
que conozcan los objetivos deportivos de su hijo y cuáles son los indicadores que
se consideren válidos para mostrar su progreso. Por tanto, la comunicación entre
entrenador/club/escuela y padres es clave para informar a los progenitores sobre
estos aspectos. En ausencia de esta información, o si el hijo rechaza cualquier
comentario al respecto, los padres pueden ayudar simplemente no destacando los
resultados. Pueden preguntar qué ha sucedido, claro. Pero sea lo que sea,
conviene que lo acepten con naturalidad. Punto. Ni organizan una fiesta cuando el
chico gana, ni hacen una tragedia cuando pierde. Tampoco es conveniente que
hablen continuamente del resultado de la competición, ni que comparen al hijo con
otros chicos. Y cuando se presente la oportunidad y proceda, será bueno que
destaquen los progresos y los esfuerzos: es decir, en lo que el chico haya
mejorado, y lo que haya hecho para mejorar.
Así, los chicos aprenderán que no es ganar lo que sus padres valoran, sino su
esfuerzo para conseguirlo; que el camino para ganar es superarse, y que, por
tanto, es en esto en lo que se deben centrar; que los desafíos respecto a uno
mismo son muy motivantes y proporcionan muchas satisfacciones; que es la
motivación por superarse la que verdaderamente engancha al deporte.
Este conocimiento también se puede aplicar en otros contextos. En general,
la motivación compensada puede ser beneficiosa para todos los que, de una
manera u otra, competimos con otros. Centrándonos en lo que depende de
nosotros, en los avances que logramos sin compararnos con los demás,
tendremos una motivación más sólida, de menor riesgo. Y ambos tipos de
motivación, superarnos a nosotros mismos y (si procede) ser mejor que otros, no
son incompatibles. El equilibrio entre ambas es lo que proporciona una motivación
mejor. ¿Ganar o superarme? Primero y siempre, superarme. Y como
consecuencia de eso (cuando proceda), ganar.
(Basado en un estrato del libro “Mi hijo es el mejor, y además es mi hijo”.)
manual de cabecera para padres de deportistas jóvenes, que también hemos
recomendado a entrenadores, directivos, psicólogos y otros actores involucrados
en el deporte infantil y juvenil.
Juliana Yepes Castrillón
Directora General
Club Promesas de Antioquia
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